viernes, 23 de enero de 2009

Historias de amor. San Paco y los belenes.

Pues bueno señores. Se puede decir que ya hace tiempo que terminaron las fiestas. ¿Qué he sacado en claro de esta época? Pues que en estas fechas no hay nada claro.

En una primera instancia quiero reflexionar sobre un universo desconocido y fascinante que sólo aflora en Navidad. Los belenes.

Un belén es un conjunto de figuritas propio de la enajenación mental, comencemos por el protagonista, el niño Jesús. A ver… no sé mucho sobre el crecimiento del ser humano, pero, en teoría, acaba de nacer y ¿por qué es tan grande? Si es que el niño puede mamar alargando un poco el cuello, le llega a la Virgen María por encima del ombligo. El niño se pone, agarra al buey y te lo ordeña allí mismo. Que por cierto, he descubierto que Jesús nació por cesárea, no sólo por el tamaño de su cuerpo… sino… ¿a ver quién es el valiente que saca la aureola por ahí abajo sin que antes no le mate María?

Además, mucho cariño no deberían tenerle al infante; todo el mundo con túnicas rozando las orejas y el niño desnudo o con un Klínex a la altura de la entrepierna. Por favor, ya. Pido una movilización mundial a favor de que los fabricantes de figuritas de niños jesús lo vistan al menos con un pijama de franela.

Después hay otro habitante de los belenes bastante enigmático. Un hombrecillo con el pelo largo avisa a la gente volando, los pastorcillos siguen la estela de su vuelo y aparece encima del establo, con una aureola dorada, subido en una nube poniendo poses extrañas con las manos. ¡Coño! No era un ángel, era Son Goku.

Durante todas mis navidades estudiando este mundo navideño misterioso, hice un descubrimiento, la calidad del belén es directamente proporcional a la calidad de los materiales que forman el río. En todos los belenes tiene que haber un río, de no ser así, eso no es un belén, son las típicas figuritas que te regalan con el periódico en esas fechas y quieres poner algo que indique Navidad pero que no cueste quitarlo al final, pasas la mano por encima del televisor y a la basura, el año que viene ya me compraré el periódico otra vez. Ese minibelén siempre se pone encima del televisor o en el mueblecito que hay en la entrada de la casa, que un día te equivocas a la hora de coger las llaves y te quedas en la calle abriendo la puerta con el San José. Pues volvamos a temas más fluviales, hay tres tipos de río:

  1. Río pro: es el río de los ríos, con bomba de agua y noria girando día y noche. Es el río profesional. Se puede llegar al extremo de introducir fauna acuática dentro del estanque, entre ellos los míticos peces naranjas que conseguiste en la última feria de tu ciudad. Que ocupa medio río, no puede moverse y allí lo encontramos, mirando agonizante al patito que siempre está en la orilla de todo río de belén. Señores, con ese tamaño proporcional, no es un pescadito, es Liberar a Willy IX: Misión Belén.
  2. Río semi-pro: es el riachuelo que, en un alarde de ingenio del manitas de la casa, está formado por una fiambrera Tuper-weare recubierta con piedrecitas y arena. Es poco efectivo, al poco tiempo la verdina y los mosquitos muertos quitan glamour al momento.
  3. Río estándar: es el más conocido, y usado, por todos. El río de papel de aluminio. Un día, tu madre, desesperada de escucharte “quiero un belén, quiero un belén, quiero un belén…”, te compra unos bloques de plastilina y te induce a hacer las figuritas del belén que faltan (digo que faltan, porque hay piezas que ya te las regaló el periódico). Pone unas ramas en una mesa, echa arena, te pone las figuritas o lo que quiera ser y como colofón… extiende un trozo de papel de envolver los bocadillos a lo largo de la mesa. Y tú dices, ¡coño! Eso si que es reciclar y si tiene trocitos de salami, mucho mejor, más alimento para el patito de la orilla.

Un personaje que también reclama mi atención es el pescador, es el hombre más despistado del planeta. Dicen que los pescadores tienen que ser pacientes, pero en este caso, no, el paciente es el pez. Toda la Navidad con el pez enganchado y no se da cuenta. Últimamente existe la versión del pescador con motor, que sube y baja la caña, que parece que pretende ahogar al pobre pescado. Ya que hablamos, de motores, la última vez que observé un belén me percaté de la figurita a motor más indecisa de todos los tiempos: el panadero. El panadero se dedica a meter y sacar el pan del horno durante todo el día. Me imagino al pobre hombre “¿Estará ya?... No, todavía no…¿Estará ya?... No, todavía no…¿Estará ya?...”.

Pero de pequeño, todo tiene sentido. No resulta extraño nada. Mis padres no me dejaban acercarme al belén, porque en seguida lo personalizaba o le añadía pequeños e imperceptibles matices que amenizaba la vista. ¿Quién se podía dar cuenta de que en vez de un buey, había un Velocirraptor cogiendo por el cuello a la mula? ¿Quién iba a percatarse de que San José era un playmobil con un mondadientes o de que un Action Man submarinista, sentado en la orilla del río, había suplantado al patito?

Hay muchas cosas que no tienen sentido, pero como todo en la vida, si no tiene sentido… se hace una fiesta.

1 comentario:

quien sabe dijo...

como me ha gustado!,me he visto reflejada en el rio reciclado,aunque yo le pongo algunas chinas de la playa y caracolitas chiquininas,y para darle un toque magico encima del papel aluminio pongo film transparente(jjajajaj).Bueno,la base de mi comentario no tenia que ser esta.Queria decirte que si no has visti los belenes vivos:el suelo hecho de musgo y de hierba.Es genial,y,cuando acaban las fiestas,la hierba ha crecido y las figuras se mueven solas por la cantidad de lombrices y otras linduras que hay debajo(te lo digo por experiencia).
Feliz "no Navidad"

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