miércoles, 19 de noviembre de 2008

San Paco fuera de contexto.

Dícese que el contexto es el conjunto de elementos que forman el entorno de una situación.
El pasado 31 de Octubre, como todos los años, se festejó la implantada noche de Halou... Jal... Holow... bueno, de Jalouín. Pues la noche de Jalouín, es una noche en la que te vistes de monstruo y haces lo mismo que harías cualquier noche, pero disfrazado. El contexto me incitaba a disfrazarme, así que conseguí un disfraz que fuera con el tema de Jalouín. Mi grupo de amigos estaba formado por una muerte con su guadaña, una diablesa, una a lo estilo familia Adams, un troll extraño... y un angelito. Sí, me vestí de angelito, conseguí unas alas, una coronita (no la cerveza con tequila), arranqué las cortinas de la ducha y me las puse encima. Muy bien Paco, tú... a tu contexto.
Este año me disfracé de querubín barbudo. Hace dos años. me disfracé de "cubata". Ya sé que habré ilusionado a vuestras alcohólicas mentes con un cubata de mis proporciones. Vestirse de "cubata" es parte de la broma léxica de vestirse con un cubo en la cabeza y una bata (para los que me salvaron del ascensor, cubo + bata= cubata). Disfraz barato y recurrente. Lo mejor de ello, fue ir al comercio "Bazar Asia", le pregunté al dependiente por la localización de la zona de limpieza, volviendo al rato con un cubo en la cabeza y otros dos en la mano, a la vez que le preguntaba "Perdone, ¿cuál me queda mejor?". Mi querido dependiente asiático no sabía si llamar a la policía, dejar el sake, convertirme en cerdo agridulce o poner mis prendas plásticas de moda.
Sin embargo, dentro de mi corta vida filmográfica, he tenido situaciones extrañas, sobretodo con las películas musicales. Aún me acuerdo de la primera vez que dormí en la butaca de un cine: René Zellweguer cantando y bailando en "Abajo el amor", hizo que mís párpados se precipitaran hacia un nada cinéfilo sueño. Me desperté entre montañas de palomitas que me lanzaban el resto de espectadores para silenciar mi melodía de ronquidos. Personalmente, prefiero ver bailar y cantar a los hipopótamos de "Fantasía".
Pues mi experiencia con las obras musicales ha resurgido. El otro día fui a ver High School Musical 3. Aver el argumento narra la historia de unos actores próximos a la jubilación anticipada que encarnan a unos jóvenes estudiantes (que se suponen que estudian), están en su último año de instituto o algo parecido y para celebrarlo hacen un musical. La estructura básica es la misma que la de las obras de Manolo Escobar, es decir: llega el sujeto A y le pregunta a B sobre su opinión acerca de la evolución del IBEX 35, es entonces cuando B se queda en silencio, toma fuerzas y suelta una canción de media hora sobre la cría y reproducción del mejillón cebra en los afluentes del Ganges.
No obstante, lo que me hizo observar que me encontraba expulsado del contexto fue justamente al final de la película, cuando vislumbré que las exaltadas hordas de niños (en apariencia inocentes) casi se habían marchado por entero, decidí alzar mis brazos en un acto de rebeldía contra el sistema capitalista que nos oprime, levanté los dedos anulares de mis manos y expresé a gritos mi disconformidad con la película, comparándola con un resíduo producto del proceso digestivo. Algo así a: "¡Esto es una mierda!". Sin embargo, una niña sentada en la fila de delante giró su cabeza cual Linda Blair en "El Exorcista" con una mirada de esas que te dicen "elige entre repetir lo que has dicho o vivir". Esto es lo que llamo salirse del contexto peligrosamente.
Para finalizar "mis fueras de contextos" tengo que recurrir a un leyenda urbana que cuenta hasta la saciedad mi santa abuela. que cada vez que ve a alguien que se le duerme la pierna, te suelta "cuidado, la vecina del tercero se murió porque se le durmió la pierna". Sí, es verdad, lo que ocurre es que mi abuela no cuenta la historia completa, es decir, mi abuela es una máquina haciendo elipisis temporales en la narración. Es verdad, la vecina del tercero falleció, pero porque se le durmió la pierna... perdió el equilibrio y buscó una nueva forma de llegar a la planta baja sin necesidad de usar el ascensor utilizando la gravedad y el hueco de las escaleras. Pero bueno, eso es tan sólo... otra salida, por la puerta grande, de contexto.

miércoles, 29 de octubre de 2008

SAN PACO... DE COMPRAS

Aún me acuerdo de cómo odiaba los sábados en los que mi madre me decía una de las frases que más odiaba "vamos a comprar, que te hace falta ropa", en ese momento me ponía el pijama y salía corriendo desesperadamente mientras gritaba "mira mamá, me queda bien, tengo ropa". En verdad no fue hace tanto tiempo, de hecho, fue el fin de semana pasado.
Sin embargo, en los últimos tiempos, he sentido un potenciamiento del aspecto estético en mi vida por diversas causas (mi novia, mi madre, amenazas al buzón...). Así que decidí dar un pequeño paso para el hombre y gran tropiezo para la moda. Se acabaron las camisetas de propaganda de marcas de cerveza y el uso abusivo del bañador. Señoras y señores, me fui de compras.
Un paseo por las distintas tiendas que amargaron mi infancia me convenció de que aquellas sudaderas de Bart Simpson con un monopatín ya no eran para mí. Tenía que madurar estéticamente.
Me introduje en la primera tienda... me he dado cuenta de que comprar es como una gymkana. ¿Qué necesitaba? ¿Dos pantalones y un par de camisetas? Muy bien, entré en el local, busqué los pantalones y las camisetas que tuviera más a mano y me dirigía a la caja a pagar. FIN.
Mi madre me agarró del hombro y me obligó a dejar todas aquellas prendas que se encontraban en mis manos. Me dijo que para comprar hay que seguir un ritual. Lo que más me chocó en un principio fue la frase de "para comprar algo, antes tienes que ver qué compras". Se me acababan de ir al carajo todas las teorías del marketing acumuladas desde mi nacimiento.
Se me acercó una chica mientras yo preparaba el reloj para decirle la hora. Pero no, era una dependienta de la tienda que me preguntó cuál era la finalidad de mi búsqueda, a lo que yo contesté que buscaba unos pantalones. "Ajá... ¿pantalones chinos, de pinzas, vaqueros, piratas, pitillo...?" fue la oración que produjo que se quemaran los terminales axónicos de mis neuronas; a lo que respondí con gran decisión "quiero un pantalón con tres agujeros, uno para la cintura, el resto para las piernas". En verdad no le dije éso, ante esas situaciones sólo decimos "no, sólo estoy mirando". Así que fui cogiendo al tuntún pantalones de los distintos estantes de diferentes tallas, más que nada, para ir tanteando.
Ahora venía la siguiente parte del ritual de compras, "probarse ropa". Después de una larga cola en la que cogí complejo de perchero con todos esos pantalones al hombro, me hice con un probador. Primer problema, ¿dónde pongo toda la ropa? ¿en dos insignificantes perchas en las que cabe un pañuelo? mi decisión fue no quitárme los pantalones del hombro. Después de años de evolución, el ser humano no sabe que un metro con treinta centímetros de cortina es más pequeño que un metro setenta de anchura del probador, muy bien, así que tienes que decidir que lado de tu intimidad pretendes sacrificar, por mucho que intentes estirar la maldita cortina, siempre se te queda una rajilla de un palmo por la que los que están en la cola toman como tema de conversación tus calzoncillos de delfinitos que tan afectuosamente te regalaron en Navidad.
Pues allí que empiezas a desabrocharte los botones del pantalón, cuando te das cuenta de que no te has quitado los zapatos. Mierda. ¿Qué pasó con aquellos banquitos de dudosa comodidad que te hacían el apaño a la hora de apoyarte? Allí se me veía, con los pantalones por las rodillas, sobre una pierna, haciendo equilibrios, sujetándose con la frente en el espejo del probador, los pantalones de prueba en el hombro, enseñando los calzoncillos de los delfinitos por la raja de la cortina... lo que se suele denominar un espectáculo sin desperdicio.
Apenas unos pocos pantalones me permitían introducir mi voluminoso trasero, pero hubo un caso que me conmocionó. Probé algo que llamaban "pantalones de pitillo". Bien, la prenda accedía sin problema hasta que llegó a la altura de la cintura, en el momento que el botón se negó a llegar a abrocharse, decidí quitármelos, sin embargo, ya que bajaban por las rodillas... "Houston, tenemos un problema, el pantalón se ha agarrado a la pierna"... eran tan pegados, que por mi mente ya pasaba la opción de la amputación. Un poco de fuerza, aceite y maña obligaron a que aquella bestia téxtil cediera. Ufff... menos mal.
Al final compré los dos pantalones que había cogido al principio. Se me quitaron las ganas de comprar en unos cuantos años, por ello me fui de aquel sitio.
Sí, sé que no me compré las camisetas... pero éso... es otra historia.

lunes, 20 de octubre de 2008

San Paco. Frikismo sin límites.

Los profesores que he tenido a lo largo de mi vida siempre reprocharon mi capacidad de absorción de aquellos datos que no servían para aprobar. Es decir, tenía la cabeza llena de cifras, citas y nombres que nunca me preguntaban en los exámenes. Nunca me hicieron un test sobre los héroes Marvel o sobre los delincuentes más representativos de Mortadelo y Filemón, nunca tomaron en serio que cogiera una lagartija y una araña, se enfrentaran cuáles pokémons para demostrar en un trabajo de Conocimiento del Medio el ciclo de la vida; se podía decir que era un Friki en potencia.
Pues uno se da cuenta de que su frikismo domina su vida cuando invade tu mente de la forma más inconsciente e instintiva. Os daré unos cuantos indicios de que las series japonesas y los videojuegos invaden tu vida real:
1. Cuando piensas que tu vecino es tonto porque sus padres no cantaron lo suficiente antes de aparearse en el Spore.
2. Cuando entras en el servicio gritando por el piso que vas a buscar tu Bankai.
3. Cuando piensas que un mamón puede digievolucionar en Metalgarurumamón.
4. Cuando piensas que la cerveza es tan sólo una pócima que sirve para bufarte las noches de desmadre.
5. Cuando crees que los problemas del mundo se resolverían con una Camper y una granada de humo.
6. Cuando crees que la gente con suerte no existe, tan sólo tienen muchos chetos.
7. Cuando un sábado por la noche te peleas con alguien y piensas que tus amigos van a sacar unas lanzas, unas espadas y unos escudos dorados mientras gritan “¡Aru, aru, aruuuuu…!”
8. Cuando llegas a casa de un amigo, llamas al portero automático, pones voz de radiador y dices “Hola Jose María…fuuu… soy tu padre”.
9. Cuando juras por el brazo de Hellboy.
10. Cuando te asaltan unos pandilleros y te los imaginas como unos rodeleros españoles que quieren eliminar tu fuerte.
11. Cuando tu novia te manda matar una cucaracha debajo de la cama y tú exclamas “¡Claro, tienen problemas y envían a un enano!”.
12. Cuando piensas que tener diez estrellas de la muerte debería ser un dato de importancia en un Currículum Vitae.
13. Cuando empiezas a leer el Quijote y en vez de leer “En un lugar de la Mancha…”, lees “En la tierra de Mordor…”.
14. Cuando crees que tus problemas en la facultad se resolverían con una Death Note.
15. Cuando le pegas en la frente a un amigo con un bastón para comprobar que no se convierte en carta como en Sakura.
16. Cuando el amigo al que le pegabas en la frente con el bastón, se gira, te deja los morros como dos pimientos de piquillo y tú dices “Zas, en toda la boca”.
17. Cuando buscas cualquier situación de peligro con tal de hacer florecer tus superpoderes.
18. Cuando buscas en el Google Earth las Bolas de Dragón.
19. Cuando pasas al lado de un camión, lo miras y le dices “tranquilo, te apoyo Optimus”.
20. Cuando te quedas mirando a la lamparita de la mesita de noche horas y horas mientras piensas “yo de aquí saco un sable láser”.

Si te pasa algunos de estos puntos… cuidado, puedes ser el siguiente.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Historias de amor. Yo y el ascensor

No era la primera vez que accedía a un ascensor. Tampoco era la primera ocasión en que un ascensor me retenía en sus entrañas, sin embargo, aquel día fue especial.
Pongámonos en situación, un inocente San Paco sale de la puerta del piso y descubre como el ascensor se para en su planta, abre las puertas y le incita a abandonar la idea de que bajar por las escaleras es demasiado deporte. Un valiente dedo se aproxima al botón gobernado por un cero y me precipitaba hacia un destino no deseado.
Planta cuatro… planta tres… planta dos… planta uno… planta uno… planta uno… planta uno… Viendo el retardo de dicho mecanismo, me dediqué a apretar compulsivamente el botón que solicitaba llegar a la planta baja, pero nada. Me encontraba en el limbo de los ascensores.
Durante el primer cuarto de hora que estuve apresado en aquel bucle espacio-temporal , mi vida consistía en pulsar la alarma y gritar cada vez que sentía a alguien pasar cerca. Pero nada. Mis esperanzas de sobrevivir se desvanecían a medida que pasaban los minutos y se me incrustaba el sonido de la alarma en el tímpano.
Me senté en el suelo de aquella plataforma que me retenía y pensé en todos aquellos errores que había cometido durante mi corta vida: quitarle los ruedines a la bicicleta; romperse el televisor y buscar una ranura en el horno para enchufar la Play Station; meter el Furby en el microondas; confundir la secadora con la lavadora; pensar que el Cola Cao húmedo es un buen sustituto de la Nocilla, hacerme una tarta de queso con queso del Cigarral, sobaos Martínez y mermelada de frambuesa… pero fue en ese momento, a la media hora de mi encarcelamiento, cuando tuve un flash-back a lo Mac Gyver. No me acordaba de que existía una técnica sofisticada para abrir la puerta de forma manual, es decir, abrirla a pulso.
Mis brazos notaron la tensión, la puerta metálica se resistía, mis músculos temblaban de la fuerza, la puerta empezaba a ceder, el sudor empañaba mi agonía y mi cara, apenas unos centímetros abiertos me enseñaban el exterior, un último grito de rabia hizo que la puerta temblara ante mí, mostrándome lo que se encontraba detrás… un muro de hormigón. Muy bien, Paco.
Me senté de nuevo en aquel frío suelo, enfrente de aquella pared, comencé memorizar todos los nombres inscritos en aquel cemento, por si algún día, conseguía escapar para comunicar a todo el mundo todas aquellas personas que habían corrido la misma suerte que yo. Mientras sumaba mi nombre a aquella lista con la punta de las llaves, me dediqué a contar todas aquellas series de televisión que habían gobernado mi tierna infancia: Punky Bruster, Alfred J. Cuack, Harry y los Henderson, Willy Fogg, Delfi… bailaban en corro hasta que noté un haz de luz mental. Pensé: “¿Qué hubiera hecho George Peppard (Aníbal) en un capítulo de el Equipo A en mi situación?”
Vi que en la parte inferior de la pared de hormigón se entreveía un palmo de la puerta de la planta baja, con una ranura por la que veía el exterior de apenas unos cuatro centímetros. Saqué un paquete pañuelos que me había obligado mi santa madre a meterme en el bolsillo antes de salir de casa y empecé a introducir pedacitos de clínex por dicha obertura. ¿Nadie ve sospechoso que un ascensor escupa trocitos de papel para los mocos? Pues al parecer, no.
En un último delirio tuve la idea que marcaba morir allí o vivir fuera. Desabroché mis preciosas zapatillas de deporte J´haiber, até el cordón a la bolsita del paquete de pañuelos como si se tratara de un anzuelo, metí dicho artilugio por la ranura hasta que fuera bien visible en el exterior y me dediqué a moverlo compulsivamente cual hábil pescador de truchas.
Al cuarto de hora, algo se aferró a mi cebo higiénico, una voz femenina alentadora preguntaba “¿Hay alguien ahí?” Muy bien, va a salvarme el humano con más coeficiente intelectual del planeta. Mis posibilidades de sobrevivir descendían. De pronto, escuché una frase que provenía de un hombre que me decía “¿Quién eres? “ De puta madre, ¿depende de quien sea me sacas o no? Mi índice de supervivencia entraba en cifras críticas. Abrieron la puerta, miraron hacia arriba y me observaron allí sentado, con el cordón de mi calzado entre las manos, provocando la cuestión de “¿Qué haces ahí?”. Perfecto, tres cuartos de hora encerrado en un ascensor y la primera frase coherente que escucho de una forma humana es esa. Por favor, dejadme en el ascensor. Dos tontos en el mundo y me tocan a mi.
Finalmente, el ascensor empezó a moverse, parando en la segunda planta. Las puertas se abrieron anunciando mi victoria y el perdón de mi vida. Pero el resto… es otra historia.
San Paco 1 – Ascensor 0.

jueves, 2 de octubre de 2008

CONTACTA CONMIGO

Hola queridos discípulos, como bien sabéis me encanta la retroalimentación informativa de la que disfrutamos los bloggers campechanos sin ánimo de lucro, por ello, pongo en disposición un correo de contacto para que expreséis vuestras dudas internas, aportéis nuevos tema a tratar o simplemente saludarme para alegrarme la mañana. La dirección email es la siguiente: sanpaco_teescucha@hotmail.com

Un saludo, espero correos (no es ningún verbo en imperativo).

domingo, 28 de septiembre de 2008

San Paco... ¿canguro?

Hola queridos discípulos, bienvenidos de nuevo a mi humilde morada. Debo confesar que este verano me he aburrido de forma soberana. Así que he buscado un trabajo afín a mis cualidades, es decir, un barbudo peludo con sobrepeso y siempre con hambre… pues sí… lo que imaginabais todos… soy canguro; lo bueno de mi apariencia es que cuando los niños empiezan a fastidiarme agarro dos cucuruchos, me los pongo en la cabeza, enseño los dientes y les digo que soy Bestia de la película de Disney… me encanta esa cara con los ojos vidriosos y el olor a Dodotis recién llenado.
La verdad es que ser canguro es más tranquilo de cómo te lo pintan en las películas americanas. Sin niños rubiascos repelentes que te llenen la casa de chocolate o sustancias similares, quemen la casa o te hagan putadas por todo el hogar mientras que un perro de grandes proporciones (que no debe faltar en ninguna vivienda de Estados Unidos, de hecho, creo que lo regalan con la casa) se pone en mitad de tu camino para que tropieces con él.
Pues eso que llego la primera tarde de trabajo. Abre la puerta aquello que supuse que era la madre de la criatura en cuestión y me pregunta que si yo soy el que va a intentar cuidar de hija esa noche, a lo que yo afirmo con rotundidad. Bueno, más bien el primero que me dio la bienvenida fue un Yorshire de un pisotón y medio de altura que me mordisqueaba con avidez los tobillos… el animal rápidamente entendió, por accidente, que después de un golpe en la cabeza con el techo… viene un golpe peor. Bendita ley de la gravedad.
Los padres se fueron, no sin antes haber llamado a la policía y cerciorarse de que no soy ningún delincuente fugado. Yo pensé que ser canguro era sentarse en un sofá mientras ves una película y lo único que tienes que hacer es vigilar que el niño no se cuelgue de las lámparas, no meta dedos en enchufes, no se coma las cajetillas anti-cucarachas y poco más. Así que me senté en el sillón tan ricamente. Pero una manilla se posó sobre mi rodilla, vi unos ojillos abiertos al máximo que me balbuceaban “No puedo dormir, ¿me cuentas un cuento?”. ¿Ante dicha mirada nadie podría resistirse? Cogí a la niña, la llevé a su habitación y le pregunté con lágrimas en los ojos “¿Dónde tienes los cuentos?” (si es que soy un tierno). Pero por razones de la vida la infante no conocía la localización exacta de los libros, empecé a buscar por las estanterías y vi en la balda más alta encontré un libro rojo intenso cuyo título era “Blancanalga y los Siete Enanitos”… ummm… creo que el argumento no era propicio para la mente de aquella inocente niña. Tomé la decisión de inventarme la historia, pero sin saber por qué, siempre moría alguien masacrado por una horda de enanitos mineros o infectados de rabia por lobos soplacasas. Vi que la niña se interesaba demasiado por ese baño de sangre, así que busqué una historia que no dañara su ignorancia y empecé a contarle la trilogía de “El Señor de los Anillos”. ¿Por qué lo niños, digas la frase que le digas, siempre cuestionan la causa de dicha oración? Por ejemplo: “¿Y por qué el que lleva el anillo ese es tan importante? Entonces mi madre es también importante” o “¿Y por qué no le dan el anillo a Gollum? Si se le perdió a él, que se lo devuelvan.”; cuando me empezó a preguntar por los árboles que hablaban y daban paseos… decidí sentarla en el sillón y ponerle la reposición de la sesión del Congreso de los Diputados. A la segunda intervención, la niña babeaba en un estado casi rozando el coma.
A la mañana siguiente, volvieron los progenitores de la niña, le devolví al padre el cuento de Blancanalga (por cierto, una gran historia con un destacable argumento que refleja los problemas que atañen a la sociedad en la que vivimos, rodeando siempre de un viaje interior hacia el centro de la personalidad de la protagonista y el cúmulo de personas cercanas que le oprimen… y de que forma) y comencé el camino de vuelta a casa. Pasé por un kiosco y vi una colección de cuentos por entregas, además me llamó la atención que con dichos librillos venían marionetas para amenizar la lectura. Perfecto, me llevé el primer fascículo para solucionar los problemas de la noche pasada.
Allí estaba yo, delante de la niña, con el fascículo encima de la mesa, cojo unas tijeras y abro el paquete… muy bien… un cuento, hasta ahí todo bien, tan sólo que no me fijé en el número de marionetas que venían con cada libro… sólo venían tres marionetas por cuento.
En el primer cuento, la situación fue fácil de solucionar… era la Bella Durmiente. Me venían en el paquete la princesa, el príncipe y la bruja. Perfecto, una marioneta tirada en la mesa todo el cuento y el príncipe luchando contra el dragón, cuyo papel fue encarnado por el Yorshire parapléjico (producto de la casualidad y la gravedad)… al final, besito, princesa despierta y ala… a la cama.
Sin embargo, más tarde me di cuenta de que el problema de que por cada cuento sólo hubieran tres marionetas me iba a traer de cabeza. Por ejemplo, los tres cerditos estuvieron construyendo sus hogares unas dos semanas hasta que me llegó Caperucita Roja y por fin tuve a un lobo.
El caso más claro de este problema de número de marionetas, fue la situación a la que me llevó el intentar explicar Peter Pan: me venían en el paquete Peter Pan, el Capitán Garfio y un niño perdido. Muy bien, ¿y el resto de personajes? Campanilla era la abuela de Caperucita con dos alas de papel de aluminio; la sombra de Peter, el príncipe de la Cenicienta pintado con acuarela negra; el cocodrilo era el lobo de Caperucita pintado de verde; Wendy era la Bella Durmiente y el resto de niños perdidos, fui rellenando con Pulgarcito, Caperucita, Hansel y Gretel… para caracterizarlos, agarré al Yorshire parapléjico (repito, por casualidad), le corte unos cuantos mechones y se los pegué a las marionetas con cinta adhesiva.
La verdad es que con Peter Pan, a medida que iba narrando la historia, iba razonando que no es un argumento extrapolable a la realidad. Seamos sinceros y pongámonos en la escena, imaginad: una noche entro por la ventana a la habitación de mi novia, de pronto, suenan unos pasos en el pasillo, no queda tiempo de reacción, mi única posibilidad de esconderme debajo de la cama, se abre la puerta, me pillan mis suegros ¿y yo respondo que se me ha perdido mi sombra?. Por Dios, ¿a quién no le ha pasado eso alguna vez en su vida sin hacer uso de cualquier tipo de estupefaciente? Por si acaso, no voy a ser el primero que lo intente.
Si nos paramos a pensar en los cuentos no hay ninguno que tenga un mensaje apto para mentes infantiles. En Hansel y Gretel, los padres llevan a los niños a ver si se pierden al bosque; la madre de Caperucita manda directamente a la niña al bosque y en Peter Pan, directamente, dejaron a todos lo niños que se las averiguaran en mitad una isla infectada de piratas… a eso lo llamo valores y lo demás son sandeces. Pero la cosa no queda ahí. El mensaje de la Bella Durmiente es que para besar a una chica, antes debes dejarla inconsciente, al igual que en Blancanieves. Y el Gato con Botas… es un canto a la revolución del obrero contra el sistema: un hortelano, que convence a un gato para que le robe el castillo, la carroza, los terrenos… al príncipe; es como si llega un día a tu ciudad el Presidente del Gobierno, le tiras un gato rabioso dentro del coche, el personaje sale corriendo con el felino aferrado a su rostro y tu aprovechas para quitarle las llaves del coche y de la Moncloa. Fácil, sencillo y para toda la familia.
Se puede decir que el sistema de leerle cuentos a la niña no surtió mucho efecto. Al final, siempre acabábamos durmiendo escuchando el Congreso de los Diputados. Pero bueno, algo que se aprende.
Y como al final de todo cuento, moraleja: quered a los niños, no hagáis caso a los cuentos.

San Paco, Odisea en RENFE

Aunque parezca mentira, a mis veinte años, aún me acuerdo de mi primer viaje en tren. Un minipaco de medio metro agarrado, cual koala, a su abuelo y un vagón. Me senté en una especie de asiento y aquella furgoneta gigante se empezó a mover. Miraba al padre de mi progenitora con una cara que rozaba el miedo, la curiosidad de una experiencia nueva y la confianza que me inspiraba aquella mano que me sujetaba del brazo.
Ahora intento hacer memoria de quién estaba con nosotros en aquel vagón, las causas de que estuviéramos en la estación o lo más importante, ¿a dónde íbamos? No debimos ir muy lejos, porque desayuné en mi casa y a las dos estaba de vuelta devorando croquetas (creadas, con todo el cariño y afecto, por las santas manos de mi madre) como un cosaco. Siempre he tenido la ilusión de que mi abuelo se hizo con los mandos de la locomotora (a lo Chuck Norris) matando al maquinista, para que así su nieto pudiera apreciar el movimiento de aquella serpiente metálica. Bendita imaginación.
Ahora os meteré en tesitura. ¿Habéis visto alguna película americana romántica? Supongo. Cada domingo de verano echan una por la noche, no interesan, pero entretienen, aunque sea riéndote de ellas. Pues entonces conmemoraremos aquella célebre escena en la que nuestra querida protagonista está esperando sentada en una maleta, cierra los ojos , se introduce en un flash-back donde se escucha la última frase que le dijo a su novio: “Me voy, no quiero despedirme de ti, estaremos mucho tiempo separados y no volveremos a ver hasta… no sé. Pero recuerda, ocuparás siempre mi corazón.” Después aparecen imágenes de la pareja de tortolitos en los últimos paseos, los últimos besos, aquella tarde en la pista de patinaje (donde el protagonista se fracturó tres costillas, sin embargo la novia se dedicó a dar vueltas a su alrededor, sonreía con cara golosa y le decía “me dijiste que sabías patinar”) o aquel baile de graduación donde no había nadie borracho, ni con una corbata en la cabeza y todo el mundo sabía bailar bailes de salón (sí, a eso lo llamo un fiestón). Mientras, el novio recorre una terminal de un aeropuerto con una longitud cercana a los treinta kilómetros, que yo razono y matemáticamente es imposible que exista un aeropuerto de tales dimensiones. Pero vamos a pararnos y analicemos detenidamente este recorrido.
En América, hay dos frases que te dejan hacer lo que te de la real gana: “Soy policía” o “Es la chica de mi vida”. Sólo hay una cosa que puede hacerle sombra y es el juego de “Atrevimiento, beso o verdad”; te toca prueba de “atrevimiento” y tienes licencia para tocarle el culo a todas las niñas de tu clase, cosa que aumenta en credibilidad si le palpas el trasero a una chica, se gira y antes de que te suelte la torta de turno, le dices “es un juego y me ha tocado prueba… además, eres la chica de mi vida”, entonces es cuando le tocas el culo y todo el mundo empieza a aplaudirte. Volviendo al tema, nuestro protagonista se encuentra sudando lo suyo mientras recorre aquel pasillo interminable, sin embargo va gritando “es la chica de mi vida”… vale, todos los viajeros retiran las maletas para crear un camino, las dependientas que facturan el equipaje le indican dónde encontrar a la chica de su vida, los viajeros le cuelan en aquella cola en la que han estado esperando hora y media, los policías le perdonan no pasar los controles y le dan una palmada en la espalda mientras le grita “corre hijo”, incluso el pastor alemán antidrogas levanta la cabeza y le ladra a lo lejos con cierto aire simpático. Al final, se encuentran los enamorados, se funden en un beso y todo el aeropuerto les rodea mientras les aplauden.
A ver… hemos importado de Estados Unidos los jeans, las hamburguesas, la Coca Cola, Papá Noel… ¿y qué nos ha pasado con todo el conjunto de valores y modales que allí se usan? No digo que invadamos un país cada vez que Burguer King quiera abrir una nueva franquicia ni que cada mañana que nos cabreemos porque no encontramos las zapatillas porque estaban debajo de la cama, vayamos a la cocina, cojamos un subfusil de asalto m-16 A2 con lanzagranadas que tiene escondido mi madre al lado de la masa para empanadillas y nos carguemos a media facultad. Pero algo si podíamos aprender de ellos.
Pues un día decidí comprobar si lo que ocurría en la película era cierto. Pero hay que cambiar ciertas cosas por falta de presupuesto. “Protagonista novio guapo” hay que cambiarlo por “barbudo feo, yo”; “aeropuerto de Michigan de treinta kilómetros de longitud” por “estación de RENFE”… lo de “protagonista novia guapa” no hace falta cambiarlo.
Allí se podía observar a mi novia esperando en el andén después del último beso. Y un San Paco, decidió emprender su aventura para robar un beso clandestino a su amada. Paco, barbudo, camiseta negra, gafas de sol, pantalones oscuros, zapatillas J´haybher blancas… bajando por escaleras mecánicas en sentido contrario para llegar al andén; desde arriba parecía todo muy fácil, pero cuando aquellos escalones empezaron a desplazarse en mi contra… todos mis planes perdían peso, a mitad de escalera tuve que pararme a recoger los pulmones que se me habían caído; gracias a la fuerza del amor y la ayuda de la gravedad en relación a mi peso conseguí llegar al último escalón. El siguiente paso se basaba en encontrar a mi novia. Nada de caminitos con maletas, todo el mundo pasando del tema… pero allí estaba ella, de pronto se paró el tiempo, la brisa (quitaron el aire acondicionado)… y nos fundimos en un beso que duró lo que tardaron dos primos de Shaqueal Oneal en agarrarme por la espalda, pero el beso ya se lo había dado (a mi novia, no a los de seguridad) y ya era feliz. Los guardias me preguntaron “¿nos acompaña?” a lo que mi mente interior respondió “¿tenemos otra opción?”.
Los armarios a lo que tenía el placer de acompañar me pidieron el DNI y empezaron a apuntar datos, se tiraron un rato, yo creo que hasta me hicieron una foto de carnet a mano. Empezamos a subir la escalera mecánica, en sentido correcto… a cada centímetro que avanzaba, mi vida se iba vislumbrando con un futuro incierto rodeado de esposas, interrogatorios, barrotes, pastillas de jabón… Estaba imaginándome mis últimos momentos, ante la silla eléctrica, con mi traje naranja y mis padres protestando delante de la puerta de la prisión contra la pena de muerte; cuando uno de los guardias me sacó del trance preguntándome “¿has visto eso?”, yo intenté buscar respuesta, pero estaba absorto en mis pensamientos y mi vista sólo reconoció el cadáver de un murciélago incrustado entre las rejillas de la escalera, haciendo que contestara con cierto nerviosismo “¿el qué? ¿el murciélago muerto?”. El encargado de seguridad se estaba refiriendo la señal que prohibía el paso y que previamente me había saltado, sin embargo, observando mi respuesta los guardias se miraron entre sí como diciendo “¿la familia nos agradecerá que no lo arrestemos?”. El más joven de ellos, sin apenas girar la cabeza, dijo “anda vete, pero que no vuelva a ocurrir… de todas formas ya recibirás noticias de todo esto”.
Hasta hoy no he recibido nada ni a nadie. Pero todo esto me ha hecho recapacitar. ¿Esto ha ocurrido por casualidad o ha sido fruto de una venganza? Un argumento más que apoya mi teoría de que mi abuelo mató al maquinista de mi primer tren.

lunes, 22 de septiembre de 2008

SEÑORAS Y SEÑORES... VUELVO EN OCTUBRE

Hola queridos discípulos, ¿qué tal os ha ido el periodo estival? Espero que lo pasaráis de la mejor forma posible. Yo me he dedicado a estudiar y reflexionar sobre la esencia de la existencia vital, es decir, aquello que hace un universitario en verano.
Tan sólo pongo esta entrada para que estéis atentos sobre las narraciones de mis peripecias durante este tiempo (que no son pocas, el aburrimiento da mucho juego, al igual que George Bush en Gran Hermano).
Id haciendo un esquema mental de la posible sinopsis de las próximas entradas que llevan como título : "San Paco, ¿canguro?" o "San Paco, Odisea en RENFE".
También debo informar de nuevas entradas en mi blog de la filmoteca, con películas tales como "Wanted"...
Un saludo, nos veremos en breve.

miércoles, 23 de julio de 2008

ODISEA EN MI CUARTO

Hola queridos discípulos, ¿qué tal os va el verano? Espero que bien. Supongo que os acordareís de que me estaba sacando el examen teórico de coche hace una semana... pues señores lo he aprobado. Ayer recibí un mensaje que me decía la siguiente poesía: "... has aprobado". He visto celebraciones más efusivas.
Se puede decir que este año esta siendo pletórico: encuentro a alguien que me aguante sin necesidad de utilizar tapones en las orejas, encuentro sentido a la universidad, apruebo el carnet teórico... veo que mi vida cambia, y lo peor... es que me gusta.
En verdad empecé el verano de una forma ridícula. De hecho el primer día me levanté a las siete de la mañana, me enfundé mis Jhaiber´s (zapatillas clásicas donde las alla, de hecho son las únicas que uso) y me coloqué el mp4. Muy bien, la calle era mía, notaba mis pies dominando el asfalto, me sentía el rey de una ciudad solitaria donde se mezclaba la luz de las farolas con el amanecer... perfecto, Paco haciendo deporte... el primer día... dos horas corriendo sin parar, lo que se tradujo en un dolor intenso en el empeine... de puta madre, a esto se le llama empezar con buen pie el verano.
Debido a mi invalidez parcial, mis amigos tuvieron que modificar sus rutinas a la hora de salir. Un paseo en busca de alimento se convirtió en sendas sopas de salsa agridulce en cierto restaurante chino; a un cruzar de calle teniamos un pub irlandés donde me aficioné al café con leche de las 23.30 de la noche, siempre y cuando llevara pastita... estas fueron un compendio de noches que acababan en un tarrina mediana de trufa en una heladería a medio cerrar... a este ritmo... mi abuela es el Neng comparada con su nieto.
Por cierto hablando de mi abuela, la madre de mi progenitora pasó hace tiempo la época esa de que nos traía de los viajes camisetas de esas de "Mi abuela estuvo en Benidorm y se acordó mucho de mi" donde aparecía un perrito cabezón de ojos azules jugando con unas palas y unos cubos... su penúltimo souvenir fue... un monedero de Betty Boop... muy bien: mi barba, mi sobrepeso, mi ropa oscura y mi monedero de la muñeca de cabeza de proporciones desproporcionadas. En el último regalo, ha ascendido el nivel con dos camisetas ceñidas a mi robusto cuerpo de lemas tan dispares como "España tan seca y tú tan humeda" o "Sexo, busco mujer sin cerebro y grandes tetas que toque la flauta y haga el pino puente"... muy bien... es algo que conjunta perfectamente con el monedero. En verdad el miedo y la curiosidad se mezclan cuando pienso en el próximo recuerdo que recaiga sobre mis manos...

martes, 8 de julio de 2008

SAN PACO, ODISEA EN LA AUTOESCUELA (Parte 1)

Hola queridos discípulos, bienvenidos a mi mundo de alucinaciones sin término, aquí estoy de nuevo. Ya ha comenzado el verano, pero para no perder el ritmo de estudios me he puesto a sacarme el examen teórico del carnet de conducir.
Para comenzar debes sacarte una especie de certificado médico, pero vamos, aquello tenía el mismo carácter médico que estar viciado 48 horas a la Play Station. Primero te llega una mujer ataviada con una impecable bata blanca que te dice que te adentres en una sala y te sienta delante de un espejo… muy bien, para reírse de lo feo que soy no hace falta hacer esas tipos de indirectas. Lo más gracioso es que a tu espalda hay unas letras que a medida que vas bajando, el tamaño de la letra va disminuyendo… perfecto, donde había una O, yo decía una D… dónde aparecía una R… yo afirmaba rotundamente que lo que se me mostraba era una A… de puta madre, la mujer me preguntó: “¿desde cuándo no vas al oftalmólogo (el de los ojos, para los de la LOGSE)?”… a lo que yo respondí: “desde la última vez que me limpiaron las gafas”. A ver… que no sepa leer no significa que no vea un coche dirigiéndose hacia mí, tan mal no veo.
Después te miden la tensión, te hacen preguntas como “¿soltero o casado?” a ver… seamos serios… ¿tanto me distraigo con mi novia? En la siguiente sala te ponen a los mandos de un ordenador donde le hacían a la madre de Franco las ecografías y te ponen al cargo de dos rayitas que van por dos especies de carreteras y no pueden tocar los bordes, parecían las típicas bromas esas que te mandan que a medida que pasa el caminito, se hace más estrecho y justo antes de llegar al final te aparece de sopetón la cara de la niña del exorcista con un grave grito. El hecho que más te da que pensar es cuando la “doctora” se aleja dos metros de ti y te dice: “ahora ven con los ojos cerrados hacia mi”… el único pensamiento que circulaba por mi mente era: “por favor, que cuando abra los ojos esté vestida”.
De puta madre, ya tenía mi certificado médico entre mis garras y me disponía a matricularme en la autoescuela.
Habiendo acoquinado los diezmos que tenía destinados para todo el disfrute veraniego, me “regalan” un libro para ser un buen conductor.
Me acomodo tranquilamente en el sofá de mi casa cual Calígula y empiezo a leer aquello. Para empezar, comienzo a descubrir la ingesta cantidad de cacharros que puedo manejar con un carnet tipo B: ciclomotores de infinitas ruedas, vehículos para personas con movilidad reducida (espero no usarlos nunca), vehículos de tres ruedas, turismos, turistas, camiones, furgones, furgonetas, autocaravanas, escavadoras, tractores… muy bien, mis futuro profesional se ampliaba con la obtención de dicho carnet.
El primer epígrafe que tocas trata sobre la pérdida de puntos del carnet. Hay cosas que te asombran como que te quitan 4 puntos del carnet por… no llevar el carnet, a ver… si no lo llevas… ¿te lo tatúan? ¿te hacen cuatro muescas en el capó del coche con unas llaves? Después, por circular con menores de 12 años como pasajeros de motocicletas te sustraen dos puntos; con razón Mickael Jackson siempre va en limusina con chófer.
El tema que continúa hace referencia a los distintos tipos de señalización, en primer apartado se puede leer “señales de advertencia de peligro”, dónde aparece un triángulo amarillo de bordes rojos (será por celebrar lo de la Eurocopa) en cuyo interior aparece un círculo verde, otro naranja y otro rojo…a ver… cuidado…peligro… ¿semáforos?, sí aunque yo creo en los últimos años, la mortalidad por ataque de semáforo ha descendido. Siguiendo con la señalética aparecen aquellos gestos realizados por los agentes para mejorar la circulación (aunque nunca lo consigan y obtengan lo contrario de lo deseado). “Brazo del agente levantado verticalmente”, para ilustrar la nombrada situación aparece, en un gráfico, un policía en el centro de una intersección con la mano levantada y cuatro coches dirigiéndose hacia él… creo que es un claro ejemplo de cómo pide ayuda un guardia. Después aparece el mismo agente en mitad de una carretera con los brazos extendidos horizontalmente en mitad de una carretera… eso me ocurre en la vida real, me bajo del coche y le doy un abrazo al pobre agente falto de cariño.
La siguiente oración me gusta: “las patrullas escolares también pueden invitar a los usuarios de la vía a que detengan su marcha mediante la señal de STOP”. Imaginad el momento en el que vais con vuestro bólido y aparece un pringaillo con un STOP en la mano que te dice:”te invito a pararte delante de una procesión de unos sesenta mocosos” a lo que tu respondes “no gracias, perdona que rechace la invitación, pero tengo prisa” y pisas el acelerador a fondo.
Si continuamos observando las peripecias de nuestro amigo el guardia falto de cariño, lo vemos en su moto con diversas banderas de distintos colores (propias del día del Orgullo) colocadas en el vehículo. Blanca: circulación fluida; verde: circulación densa; amarilla: circulación intensa; roja: circulación muy intensa; amarilla y roja: todavía celebra la Eurocopa…

Continuará...

lunes, 9 de junio de 2008

PERDONADME

Buenas queridos discípulos, para empezar nada mejor que decir un "lo siento" por este abandono. Sin embargo cabe decir que me he convertido en el chico responsable que tanto quería mi madre, por ello he estado estudiando cuál empollón. Como forma de consolación a mi minúscula cantidad de seguidores pongo unos videos donde se podrán apreciar las cosas en las que pierdo el tiempo. Un saludo. 

http://www.aulamagna.com.es/component/option,com_seyret/Itemid,277/task,videodirectlink/id,157/

viernes, 18 de abril de 2008

NUEVO BLOG EN PARALELO

Bienvenidos a www.filmotecasanpaco.blogspot.com , espero vuestras visitas.

miércoles, 5 de marzo de 2008

ÉPOCA DE EXAMENES

Los escandinavos lo llamaron Ragnarok, los cristianos, Apocalipsis... yo lo llamo Época de Exámenes.
Es el momento donde parecen que te han cambiado los apuntes, todos los nombres que parecen marcas de detergentes y galletas danesas no te suenan. Te preguntas “¿éstos son mis apuntes?”.
Un día piensas y dices con autoridad en la comida:”el lunes empiezo a estudiar en serio”. No empezarás el lunes, ya que abrirás la carpeta y empezarás a buscar aquel tema al que no le sacaste fotocopias en su momento. Llamas a tu colega de la facultad que se encuentra en la misma situación que tú. Allí puedes verte, agenda abierta, teléfono en mano... “..., ..., ..., Hola... soy Paco... ¿qué tal?...ajá... me alegro... oye... ¿tú no tendrás el tema cinco de...?... ah... ¿te quitaste en primero?... am, en el primer cuatrimestre... si... ¿yo?... yo sigo, estoy ya en tercero...bueno tío, gracias por... perdona... ¿quién eras?”.
Por casualidades de la vida, un alma caritativa te pasa el dichoso quinto tema.
Llega el gran día de empezar el estudio, ordenas tu mesa para que parezca una mesa de trabajo. Echas una ojeada a ese conjunto de folios que tienes delante de tus narices, intentas calcular aquello que te toca estudiar cada día hasta el examen, cierras los apuntes, cierras los ojos, miras al techo, te crujes los dedos, coges la primera página y comienzas a leerla; a mitad de folio, levantas la mirada y empiezas a observar tu dormitorio. Y es que es en esta época cuando te percatas de ciertos cambios que deberían producirse en tu entorno, es decir, nunca te habías fijado en las estanterías de tu cuarto, te levantas, cambias un libro de posición, te vuelves a sentar, te vuelves a poner en pie, cambias de posición otro libro y al final acabas modificando todas las baldas de la estantería; no conformándote con ello, miras de nuevo a tu cuarto y decides hacer una reforma general: quitas los posters, cama aquí, estantería allí, mesa por la ventana... con tu habitación reformada, vuelves a apoyar tu trasero en la silla, miras el reloj y dices “bueno, vamos a merendar”. Y allí que te vas con la autoestima alta del trabajo realizado. Éste es el resumen del día aquel en que ibas a empezar a estudiar “en serio”.
Y nos vemos en el último día para intentar algo, es decir, un día antes del examen. Ante la desesperación, empiezas a hacer tus cálculos, que, aunque seas de letras, se hacen: “si en el examen me entran diez temas... ya me sé dos... con que me aprenda tres... me sabré un 50% de temario, por lo que si la nota máxima es un diez, pues sacaré un cinco, lo que supone que estaré aprobado. Perfecto”.
Sin embargo, para meterte esos tres temas necesitas tiempo, por lo que decides quedarte despierto toda la noche, pero ¿cómo permanecer con los ojos abiertos?: cafés (quince por noche es mi límite), bebidas energéticas de dudosa composición, caramelos, pipas, andar, estudiar en voz alta, pasar frío... así que lo mezclas todo. No te extrañe que un compañero huya de ti si al salir de su cuarto ve a un indivíduo por el pasillo en calzoncillos, con las pupilas dilatadas, recitando frases incoherentes mientras le salen cáscaras de pipas de la boca.
Sin embargo, aún usando todas esas estrategias... te quedas dormido sobre el libro y te despiertas con las teorías conductistas de Paulov y Skinner en la mejilla.
Ya no puedes hacer nada. Apenas queda tiempo para cambiarte y llegar a tiempo al examen. Es decir, el Apocalipsis, el Juicio Final, el “que sea lo que Dios quiera”.
Pues señores, cada cuatrimestre... la misma historia. No pierdan la ilusión y recuerden dos grandes verdades: “ estudiar es desconfiar de los conocimientos del compañero de al lado” y “estadísticamente, la probabilidad de saberse todo es la misma que no saberse nada”.
Un saludo. Hasta la próxima entrada.
“Bienaventurados los tipo test, o si no... que Dios nos acoja e su gloria”.
Contestada la petición de Layla.

lunes, 11 de febrero de 2008

ACEITUNAS, MOJINOS Y BALAZOS

Quien lea el título creerá que es el mensaje publicitario del próximo juego "Grand Theft Auto, Fuengirola-Pozoblanco", pero no, no se asusten... son las tres palabras que podrían resumir mi último fin de semana cordobés en la Tierra (que apocalíptico yo).
Esta historia encuentra su inicio un viernes por la mañana en el que se puede situar a cierto evangelista en un AVE (que por cierto, vaya putada la del AVE, a ver... yo pago viaje y película... no viaje y créditos de película... ¿dónde están esos trenes que tardaban las dos horas del film?), un San Paco dormía placidamente apoyado en el cimbreante cristal de la ventana cuando de pronto, notó como el bolsillo del pantalón me vibraba... un mensaje de Toñín decía "hey hoy puedes salir? Plan: concierto GRATIS d mojinos en la corredera+campeon (l orden dlos factores no altera el producto).No hay papel higienico, Mike.Cnt" Mucha gente se preguntará a qué viene lo de "papel higiénico" y "Mike"... si alguien encuentra una respuesta... que la ponga en forma de comentario.
Apenas un cuarto de hora después de que mi móvil me hubiera dado el aviso toñiniano ya estaba paseando por la ciudad califal andaluza, pero por puro azar matemático me encontré con el emisor del mensaje andando si rumbo en buena compañía... éste dejó a la compañía un poco tirada (éso me llegó hermano) y nos fuimos a la Corredera en busca de un desayuno a las una de la tarde. No sentamos en una terraza desierta de camareros, por lo que decidimos cambiarnos de bar. Realizado el cambio, nos llegó una camarera a la que al final pedimos dos refrescos y una "tapita" de aceitunas, el sufijo "-ita" se lo tomó al pie de la letra y observando la forma curvilínea de nuestros cuerpos decidió que unas seis aceitunas eran suficientes. Gracias señora camarera por hacer resistencia a la obesidad en este país.
Terminamos de comentar los planes de esa noche y cada uno escogió su camino de vuelta a casa.
De nuevo me encontraba en estado de hibernación cuando aparecía en mi móvil la siguiente reseña: "Hey 20.30 en corte ingles. Cambio y corto.". Me hizo despertarme ya que eran cerca de las 19.15 de la tarde, vamos, lo que en Córdoba se llama una "pequeña siesta". Ducha rápida, ropa cómoda, zapatos a prueba de caminatas y un bonobús... todo listo.
Después de cinco minutos de espera estábamos todos los componentes de los PIB más la actuación especial de Don Manuel (antiguo profesor de informática de bachiller).
La Corredera estaba hasta los topes (una "jartá de peña" en cordobés), cuando las luces se encendieron apareciendo melenudos guitarreros haciendo ruidos sincronizados... y allí estaba... pecho al aire... rizos definidos... barba... capa negra... calzoncillos como atuendo... botas hasta las rodillas...EL SEVILLA, hacía su entrada. Posiblemente habrá sido uno de los mejores espectáculos a los que haya asistido... no por la dudosa calidad debatible de la música sino por los gags y chistes que hacían que mereciera la pena quedarse a la siguiente canción. Un saludo a Federico, gracias por deleitarnos con tus grandes solos.
El rugido del león de la Metro Goldwyn Mayer se quedaba en un leve sollozo felino al lado de nuestras ansias alimenticias... vislumbrábamos las diferentes posibilidades para saciar nuestros famélicos pensamientos... hartarnos de comer y algo barato... ¿que mejor solución a ésta ecuación que un self-service chino? Allí nos encontrábamos, cuatro personajes esperando el pistoletazo a hinchar nuestras barrigas hasta que el ombligo dejara de ser convexo (o cóncavo depende del lado de dónde se mire). Un evangelista fue el primer valiente en levantarse hacia la batalla... nadie sabía lo que caía en el plato... ingerir era la cuestión... el qué... eso no nos concernía ni interesaba. Pantalones desabrochados, cinturones abiertos, ojos enrojecidos de la gula... ya no había vuelta atrás... como se dice en estos lugares: “Hasta la banca rota, o si no entra, se pota”.
La camarera daba de forma frenética paseos por el pasillo central del local, intentaba echarnos con su incesante presencia; a cada plato que terminábamos, ella preguntaba “¿han terminado ya?” con un perfecto español asiático, el agarre de un nuevo plato le servía a la pobre mujer como negación a su cuestión. Dos tandas de postres y llegó el fin... bueno... el fin de la paciencia de la camarera. ¿Cuántos camareros asiáticos hacen falta para contar una cuenta en calderilla proveniente del bolsillo de Paco? Las respuesta es: dos. Una pareja de chinos se afanaban en contar monedillas minúsculas cobrizas con aparente destreza y desesperación. Un “venga, está bien” (traducible por “paso de contar más, me **** en los ******** estos de los españoles, ***** de ****”).
Nuestra siguiente parada fue el “El Campeón” dónde nos sirvieron brebajes mágicos cuya cualidad más sobresaliente eran las golosinas que se hallaban en el fondo de dichos vasos. Bueno, supongo que era eso.
Salimos de aquel tugurio y fuimos hacia dónde suelen finalizar últimamente casi todas las comidas de empresa de los PIB, el Café de la Luna. Duré más bien poco, mis párpados reclamaban un poco de descanso a aquel turbulento día.
Al día siguiente, un Manu y un Paco en un coche clorofílico de camino al cine. Digamos que esperamos cinco minutos al anglopib, mientras dos terceras partes del grupo comentábamos nuestras posibles posibilidades fílmicas, llegó Toñín y se confirmaron nuestras expectativas: íbamos a ver “Rambo”, si... Stallone sigue vivo.
Comida hipercalórica en estómago, decidimos hacer tiempo en los recreativos donde descubrimos la inminente peligrosidad de la mesa de aire y Manu y yo volvimos a aclarar ciertos problemas con los gordos del aparcamiento... que bien me siento con una escopeta de cañones recortados entre mis dedos.
Recuerda Manu, mata a los buitres y cuidado con la gente que sale de debajo del ascensor.
Rambo. Sólo una palabra de talante friki describe la situación “Laostia”. El argumento (si lo tuviera, así se llamaría) se basa en que el sesentón Rambo es un humilde barquero que se dedica a pescar carpas usando su arco para después ofrecérselas a los pobres monjes de las cercanías, que bueno y pacífico él. Un día recibe la visita de unos misioneros que poseen la intención de ascender el curso fluvial para llegar a zona de guerra y repartir medicinas entre los más necesitados. Rambo lleva a misioneros. Rambo deja a misioneros en campo de guerra. Rambo baja río. Rambo sigue vida normal. Rambo recibe visita de mercenarios, que tienen la intención de rescatar a los misioneros que previamente había subido. Rambo lleva a mercenarios a zona de guerra. Rambo decide, por la teoría del “ya que estamos...”, quedarse y echar una manilla en lo que haga falta. Allí vemos al longevo John, cuál Legolas se precie, haciendo ombligos a cuantos amarillos que se le aparecieran. Conclusión: si tienes un arco, unas cuantas flechas y un machete, puedes ganar la guerra asiática que te apetezca... si además vas andando tan tranquilamente por el campo y te encuentras, por casualidad, bombas de la Segunda Guerra Mundial sin explosionar, ametralladoras, camiones llenos de asiáticos armados... más que nada, para aumentar la espectacularidad... pues mucho mejor. Gran filosofía, y fe, la de este nuestro hombre.
Salimos de la gran sala oscura riéndonos de Rambo, Stallone y de nosotros por habernos gastado el dinero en aquella ****** (como me gustan los asteriscos).
Cada mochuelo acabó en su nido... y el resto es otra historia.
Seguiremos informando.

lunes, 14 de enero de 2008

TEMPORADA SABÁTICA EN LO QUE EL BLOG SE REFIERE.

Queridos discípulos, muchas gracias por vuestro seguimiento incesante, sin embargo la época de exámenes se acerca y como buen universitario ha llegado el momento de ponerse las pilas. Os informo de que estaré una temporada (hasta el día 6 de febrero) exento de poner un dedo en cualquier teclado para escribir cualquier cosa que concierna al evangelio. Espero que me entendáis.
Como forma de recompensa, os propongo un reto (bueno, más reto será para mí): Dejadme en forma de 
comentario, debajo de 
esta entrada aquel tema o situación que queráis que trate en las siguientes 
entradas a partir de 
febrero.
Espero vuestras respuestas y mucha mierda con los exámenes. 

Mientras os dejo con una gran pregunta: "¿Qué es más efectivo? ¿Chupar el cristal o la ventosa?"

miércoles, 9 de enero de 2008

UN PACO-HOMBRE EN PARÍS

Nervios… sudor… calor sofocante… un San Paco esperando un avión en el aeropuerto de Sevilla… corriendo entre maletas… Paco sofocado… no sólo por estar entre ciudadanos (por llamarlo de alguna forma) de la capital hispalense, sino por un avión que estaba a punto de irse. Una carrera por un pasillo de acordeón nos condujo hacia dos azafatas sonrientes en exceso que nos daban la bienvenida a aquel conjunto de metal que, en teoría, volaba. Una vuelta a la pista para hacer cuerpo, el acelerón de despegue y la típicas bromas de acojone que se dicen dentro de un avión: “no acelera, vamos, bajamos y le empujamos” o la más célebre, decir en voz alta “¿es normal que los tornillos de las alas salgan despedidos?”. Después de ciertas amenazas consideré que una siesta era la mejor forma de ocio en aquella lata de sardinas.
Un “señores pasajeros, hemos llegado a París media hora antes de lo previsto gracias a un viento a favor de cola, bienvenidos y gracias por confiar en Cutreair” me despejó de mi somnolencia al igual que al resto de viajeros.
A las puertas del aeródromo galo nos esperaba una furgoneta con los cristales tintados… nos montamos en ella… el conductor pone la radio… ¿por qué? ¿por qué a mí? ¿no había otra canción para empezar mi gira por la capital francesa que el “aserejé”?... lo que siempre ha soñado un cordobés… ir a París a escuchar a las Ketchup, como si no hubieran hecho suficiente daño ya en España. Volví a decidir que una siesta era la mejor forma de resistencia en esta guerra sonora.
El vehículo frenó delante de la puerta de un edificio mientras se escuchaba la canción de la camisa negra, bajamos las maletas y una francesa nos hacía señas desde un balcón… esa debía ser la base de operaciones durante nuestra estancia en aquella ciudad. Como primogénito de familia, recayó sobre mí la tarea de subir la maleta más pesada… asciendo por aquel conjunto torturante de escaleras, me abre la puerta la dueña de la casa en cuestión, al verme me pregunta : “Bonjour, comment ça va?” (algo así como “Ey, ¿cómo andas?”), a lo que yo respondo “ufffff… trés fatigué” (“joder, hecho mierda”).
El apartamento se podría decir que era de lo más bohemio y extraño. Estaba repleto de cuadros de desnudos femeninos que pintaba la misma dueña del piso, un piano en mitad del salón, una fuente en el centro del comedor… incluso me acostumbré a ir al servicio mientras me observaba una réplica de la Mona Lisa … dudo que ahora siga con su mítica sonrisa…Sin embargo, la zona que más quebraderos de cabeza me trajo fue la ducha, la cuál era de estas de última generación con multitud de palancas, chorritos… ahí se podía encontrar un Paco desnudo (no hagan uso de su imaginación) enfrente de aquella serie de palanquitas y demás accesorios diciendo “tú y yo nos vamos a llevar bien… quiero ducharme con agua caliente desde la alcachofa de arriba, sólo eso”… la ducha debo decir que se comportó.
Nuestro primer día consistió en una visita a los alrededores de nuestra zona. Para comenzar, nada mejor que una visita a lo que parecía un museo de arte contemporáneo, sin embargo, aquello más que un museo daba la impresión de ser una feria-convención de fontaneros, no me transmite tanta originalidad que se expongan las tuberías del lugar por fuera del edificio, se podría decir que era un edificio feo, en francés: “laid de couilles” (“feo de cojones”). La siguiente parada rememoraba una de las mayores ilusiones creadas por Disney, es decir, la catedral de Notre-Dame. No deja de ser una iglesia como todas las demás que podemos encontrar en cualquier ciudad de España: altar, bancos, gente durmiendo, un cura que no se entiende, confesionarios… lo que solemos llamar una parroquia de toda la vida. Y no encontré al gran protagonista, sin duda estamos hablando del mítico Jorobado de Notre-Dame, más bien el jorobado era yo, que, de nuevo, como buen primogénito, recayó sobre mí la misión de llevar la mochila cargada de folletos, bocadillos, cámaras… Para no perder la inercia eclesiástica, decidimos visitar una capilla, que para llegar hasta ella debíamos pasar por las puertas de la prefectura de policía de París, es decir, la comisaría más importante de la capital; como buenos españoles, no faltó en nuestras provisiones el jamón, el cuál se encontraba en mi mochila para estructurar el almuerzo de ese mismo día basado en bocadillos de dicho manjar ibérico; mi familia, haciendo uso del aprecio que me tienen, me habían introducido un cuchillo jamonero de una treintena de centímetros en mi querida mochila con la excusa de poder abrir el pan… mis congéneres ya había pasado los controles, dejando el plato fuerte para el final, es decir, a mi. Se supone que debía pasar un detector de metales, un escáner y un pastor alemán, con un cuchillo jamonero a mis espaldas… pues sí, lo siento, pero crucé todo tipo de pruebas con la máxima solvencia y nadie se percató de mi amenaza metálica. Sarkozy, sigue viajando… que con la seguridad que tienes en tu país…
Visita al Panteón (un cementerio para gente VIP de Francia: Víctor Hugo, Marie Curie, Voltaire, Alejandro Dumas, Dartacán…), fotos delante de la puerta de la casa de Víctor Hugo (eso es lo que ocurre por poner de guía a una profesora de literatura), visita a la tumba de Napoleón (en la que se encontraba el último uniforme que vistió el líder militar, casualmente del mismo tamaño que el uniforme marinero que me vistió el día de mi primera, y última, comunión)… y allí estaba… poderosa… sin percatarse del paso del tiempo… la gran Torre Eiffel, bueno, en verdad, este monumento no es más que un amasijo de hierros bien colocados, 328 escalones hasta la primera planta y seis euros un botellín de cerveza. Cómo podréis apreciar, tengo un buen, y sudoroso, recuerdo del ascenso a la cumbre de hojalata. Tras cientos de fotos de talante pseudoromántico de mis padres y tíos ante la torre, decidimos culminar la jornada con un paseo por aquel Guadalquivir grande llamado Sena. Nota: los franceses también hacen botellón, que después no los expongan como ejemplo en los medios para discriminar a los jóvenes españoles.
Versalles… no sé que tiene ese chalet que le gusta tanto al público… no es útil (por la noche tienes una necesidad fisiológica y tienes que coger un autobús hasta el servicio más cercano), hay demasiado espacio para limpiar, demasiado recargamiento (como se notan que los del Barroco sabían convivir con el polvo), camas demasiado altas y demasiado pequeñas, la mítica Galería de los Espejos (coño, poned cuadros y esculturas, para verme a mi ya hay suficiente tiempo y no he pagado por ello)… incluso los jardines son un desperdicio… tanto espacio y ni un perol ni una barbacoa… tocabas un poco de césped y llegaba un guardia con un silbato pegándote collejas… todo muy lógico. Donde se ponga una buena panceta en el campo…
Fuimos a lo que se llama el Sagrado Corazón, que es una iglesia (para no perder la costumbre) en medio del barrio bohemio francés por antonomasia… la típica plaza llena de pintores barrigudos con barba con sus atriles, los típicos caricaturistas… vamos, lo que aparece en cualquier obra de Renoir. Lo más importante de esa jornada, según mi percepción de lo “importante”, fue la visita a la calle donde se halla el famoso Moulin Rouge (“Mulán Rú” o “Molino Rojo”, dependiendo de las ganas de pensar de cada uno), esta calle llama la atención por su contraste entre locales: Mc Donalds, sexshops, salas de cine X, demás locales de dudosa reputación… vamos, la excusa perfecta: “¿Dónde has estado cariño?” ; “Nada mujer, que al niño se le antojó un Happy- Meal”… se acabó la frase “cariño, volveré tarde de la reunión”.
Un paco con gafas de sol buscaba desesperadamente sus gafas de ver en la leonera de su mochila, no estaban. “Houston, tenemos un problema, no tengo las gafas” alertó a mi progenitor de que algo fallaba, “yo no vuelvo” fue la gran respuesta esperada. No iba a quedarme sin ver el Louvre por un fallo de memoria. Metí la mano de nuevo en la mochila, encontrando de esta forma la solución al error. Se me podía observar correteando entre pasillos llenos de chinos y arte con mis gafas de sol graduadas, a cosas cómo esta se le denominan “perder el sentido del ridículo”. Media hora para el cierre… sólo queda una obra… la obra más emblemática de Leonardo Da Vinci…cierto evangelista pregunta a una mujer estrictamente uniformada de blanco y negro: “emmmmmmmmmmmmm…oú se trouve la Mona Lisa?” (“dios, ¿cómo se lo digo? ¿sabrá español? Venga Paco con dos cojones …¿Dónde anda la Mona Lisa?”), a lo que ella me contesta señalando un cartel que tenía a mi espalda. (NOTA: que una persona vaya trajeada de blanco y negro en un museo no significa que trabaje para el museo, puede ser otro turista igual que tú). Seguí los carteles indicados… y la encontré…allí estaba… sonriendo… incitándote con la mirada… sentí que me miraba… la vigilante de la Mona Lisa para que no hiciera fotos… detrás de ella se encontraba un papel del mismo tamaño que cualquier folio con una mujer cruzada de brazos y partiéndose la caja… ya se de que se ríe… de la cara de decepción que pones al ver el tamaño de la pintura y el bombo que se le da.
Por fin... llegó el último día en lo que se podría llamar “El Día” (no es por hacer propaganda gratuita de ningún periódico)... es decir... la jornada destinada a recorrer Disneyland París... misión: conocer a Pluto. Entramos... nos dejamos un riñón por entrada... y encontramos a Mickey y Minie, mi decisión de ignorarles creo que fue la más acertada, no me inspira confianza una pareja de ratones cuya única diferencia de sexo consiste en ponerse un lazo en la frente. Me introduje en aquel universo paralelo, en el lugar dónde no pasa el tiempo, el sitio en el cuál todo se detiene... la tienda de souvenirs... y allí estaba... tuve que comprarlo: una felpa de terciopelo con la orejas de Pluto, mi ídolo mediático(tuvo la valentía de ser el único animal del universo Disney que irba desnudo en cada capítulo, gran logro). Y allí iba yo... con mis pantalones pirata anchos, mi barba veraniega (es decir, “veraniega” porque en todo el verano no me acerqué a una cuchilla ni de lejos), mis gafas de sol, mi barriguita prominente, mi mochila y... mis orejas de Pluto. Vamos, los niños que me observaban no sabían si correr de miedo o echarse una foto conmigo. Lo encontré... lengua roja... collar rojo... orejas negras...cola negra... cuerpo marrón anaranjado. Nadé por aquel mar de niños imberbes que pedían insistentemente en todos los idiomas posibles un instantánea con el cánido animado. Ante la desesperación, agarré a mi prima pequeña y dije la frase “emmm... excuse-moi... ma prima veut hacerse une photo avec le chien”. Llegado el momento de la foto, aparté a mi prima en el último instante y aquí observo cada día ese momento: la foto de pareja de San Paco y Pluto. Que gran momento y que corto fue nuestro idilio.
No quedaban hojas en el calendario ni comida en el frigorífico para continuar nuestra andanza parisina... España nos llamaba de nuevo... debíamos volver...
Sé que en Francia nadie me entendió, nos timaron con muchas cosas, se come mal (es decir, sano), acabé muerto de cansancio... pero sin duda alguna... volveré un día de éstos... porque... “siempre nos quedará París”.

jueves, 3 de enero de 2008

NUEVA ENTRADA... PROXIMAMENTE

Queridos seguidores y despistados, siento haberme tomado esta pequeña temporada sabática, pero por motivos técnicos no he podido mantener mi ritmo de dos entradas semanales. `Por ello el lunes siete de enero comenzaré de nuevo con el ritmo que llevaba hasta ahora con la entrada "Un Paco-Hombre en París". Saludos y hasta el día citado. Os espero. Feliz año nuevo.

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