lunes, 31 de mayo de 2010

UN BIGFOOT EN LA COCINA

Una vez, un gran guionista le dijo a otro que se encontraba empezando, que las mejores historias no parten de las cosas que imaginamos, sino de las que vivimos.
A principio de curso, me fascinaba la posibilidad de compartir piso de estudiantes con dos mujeres, a la par que mis padres veían el cielo abierto, más que nada por mi propia integridad. No tenían muchas esperanzas en mi supervivencia.
Las compras en común marcaron las diferencias, al igual que las semejanzas. Papel higiénico, papel de cocina y servilletas, por Dios, que derroche. Sigo diciendo que es un truco para que los consumidores compren tres productos en vez de comprar uno, pero ¡si se pueden usar para los mismo! Nunca me entenderán. El consumismo acabará con nosotros y con el Amazonas.
Aunque debo decir que he hecho grandes descubrimientos, descubrimientos que me han abiertos muchas puertas a nuevas formas de pensamiento. La Venus, sí, esa cuchilla de afeitar las piernas de esas mujeres de anuncio que mueven las piernas en un atardecer veraniego, mientras cantan sentadas en una palmera. Yo la utilizo para afeitarme la barba. Hombres del mundo, escuchadme. Una cuchilla recortada por los lados, con mango ergonómico, amplio para nuestros gruesos dedos, con suplementos de silicona antideslizantes y cabezal dinámico que sigue la línea de piel sin inmutarse. Puede que haya podido dar la descripción de un consolador para sadomasoquistas, pero es una cuchilla de afeitar, la mejor que he podido probar hasta ahora. Sí, es rosa, pero supera en practicidad al resto de cuchillas masculinas. Nos han querido ocultar este éxito de la evolución humana a la población masculina y yo os lo quiero descubrir. Haceros pasar por vuestras novias, hermanas y madres y pedid una muestra gratuita en la página web. No os arrepentiréis.
Mi noción de limpieza se basaba en deslizar el dedo índice por cualquier superficie y limpiarlo en el pantalón. Fin de limpieza. Pero no, si hasta fabrican líquidos para dejar reluciente cualquier rincón de tu casa; uno para el suelo, otro para el baño, otro para los muebles, otro para los cristales... por ello he pensado que toda mi futura casa estará compuesto por un suelo de mármol, puertas de mármol, muebles de mármol, ventanas de mármol, baño de mármol y un buzón de mármol. No más quebraderos de cabeza. Pues allí estaba yo: pantalón corto, chanclas, calcetines blancos, trapo colgando de la cinturilla del pantalón, guantes de goma rosa con los filos en amarillo, la pistolita limpiacristales y la fregona. Fascinante, me sentía el policía de los microbios y gérmenes. Ese momento en el que estás fregando y te sientes como un convicto que intenta borrar las huellas de la nieve, para no ser encontrado por la KGB, aunque dudo que tardaran mucho en dar conmigo, sobretodo si era un convicto arrinconado en una esquina del salón, esperando a que se seque el suelo. Descubrí que para fregar, es mejor fregar de espaldas y dirigir el trasero hacia una salida. Gran hallazgo.
Mi imaginación acostumbra a volar con mucha asiduidad, pero cuando usé la mopa atrapapolvo Swyfer, la bombilla explotó. Cuando apareció tal cantidad de pelusas, me pregunté si un gorila dormía en mi cama cuando yo no estaba. Dio lugar a mi personal historia de "La Lista de Swyfer", en el que un hijo pelusa se ve arrancado de las marañas de su padre pelusa, fruto de un exterminio sin precedentes. El hijo pelusa comenzaba su tránsito huyendo de su opresor, conoció a un amigo pañuelo de papel, que le abrió los ojos en una realidad cruel. Hijo pelusa enviaba cartas a su padre, que nunca llegaban. Mientras, su padre seguía en aquel recogedor, mirando a la luna, queriendo saber de la existencia de su hijo. Los días pasaban y las esperanzas seguían intactas. El exterminio terminó, dando lugar a un periodo de pacífica suciedad, y el progenitor fue en busca de su querido hijo. Una estación de tren localiza en final de la historia en el que padre e hijo se cruzan sin darse cuenta y seguir cada uno con su camino. Uno en busca del otro. Un final hecho para sólo ser conocido por el espectador. Enternecedor a la par que injusto.
L A V A D O R A... ese acuario redondo en el que mi madre nunca me dejó meter a la tortuga. Que gran avance, si hasta se ponen de acuerdo los fabricantes. Una florecilla... y yo que creía que era un detalle inocente y divertido de la lavadora, y no, era el símbolo usado por el mundo doméstico para saber dónde echar el suavizante. Fascinante.
La cocina es un mundo de posibilidades, es un pequeño laboratorio con cuchillos y tenedores. El día que descubrí la picadora, fue un antes y después en mi vida. Un aparato en el que metes cosas y hay una cuchilla que los tritura cual Lobezno con Parkinson. Todo se podía introducir en aquel aparato: carne, verdura, salsas... aunque mis manos cada vez se encontraban más con la tentación de ver como serían mis dedos sin estar pegados a mi cuerpo. En ese momento, me di cuenta de que tenía un problema. Llevo tres meses en rehabilitación con mi grupo del CAPP (Colectivo de Adictos Peligrosos con la Picadora). Hace un mes que no uso la picadora. Gracias amigos, es verdad. Conocer es poder.
Aunque yo ha abierto otros caminos. Con la Técnica San Paco de tender ropa en el tendedero, olvídese de esas pinzas engorrosas que sólo sirven para tirarlas al perro del vecino del bajo. Sólo introduzca el cordel del tendedero por cualquier agujero de camisetas, bragas y calzoncillos y listo. Pero, ¿qué hacer con esos calcetines que sólo tienen una obertura? Muy fácil, si tiene usted un tendedero metálico portátil, sólo colóquelos como si de filetes en una barbacoa se trataran. Fácil, sencillo y para toda la familia.

Cada día soy menos patoso, ya me han descatalogado de potencial desastre natural. Aunque seguiré necesitando gente en el camino que me abra nuevos horizontes.

Un abrazo, Lu y Ju. Gracias por acogerme. Pronto estaré con vosotras. Os echo de menos.


PD: Por favor, quitadme el candado del frigorífico. Me lo he ganado.

1 comentario:

Luna dijo...

Oooooohhh!!!!
¡¡Que bonito todo!!

El piso sin ti y tus desastrosas ocurrencias no es tan divertido.

¡Vuelve pronto Francisco!

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