lunes, 15 de octubre de 2007

¿SERÁ UN BUEN DÍA?

Suena el despertador, lo agarro como si fuera el cráneo de la obra de Hamlet, "ser o no ser", en ese momento del día no soy nada, tan sólo un mero producto de una sábana pegada. Observo el mínimo horizonte de mi habitación: zapatos tirados, una camiseta en el suelo, un pantalón culmina el Kilimanjaro que habita la silla... prefiero volver a cerrar los ojos, habrá sido una pesadilla demasiado aburrida.
A la media hora, de nuevo un sonido estridente interrumpe mi sueño, esta vez, la alarma del móvil se burla de mi somnolencia desde la otra punta del cuarto. Ya no hay vuelta atrás, habeís conseguido despertarme y cabrearme.
Me siento en la cama, sólo pido quince minutos sentado en el borde de la cama, pensando en mi destino en la vida, las causas de un nuevo despertar y la pregunta que culmina mi reflexión: "¿será un buen día?".
Por fin logro hacer uso de mi bipedestación y mi cuerpo se estremece ante la frialdad del mármol sobre el que poso mis pies, sin embargo no hago nada por remediarlo, en esos momentos los pies es lo que menos me importa. La lengua se arrastra por un desierto de muelas, agarro la botella de agua, pero sólo una suicida gota se precipita sobre mis labios; más allá de mi cuarto es lo que denomino el extranjero, para llenar a mi amigo Lanjarón con agua del lavabo necesito un pasaporte.
Comienzo un discurso mudo con el barbudo peinado con la almohada que se encuentra en el espejo, no sacamos ninguna conclusión inteligente del debate silencioso. Ducha rápida, ropa sin conjuntar y seguir el mismo camino con los mismos ánimos de cada día, es decir, ningunos.
Clase, el profesor explica, leo los apuntes, anoto las anécdotas y miro el reloj. Me tranquilizo, sólo tengo dos horas. De vuelta, mismo camino, tan sólo la dirección contraria.
Comida rápida y vuelta a las clases. Pasillos abarrotados de gente que sólo conozco de vista, a algunos saludo y nisiquiera conozco su nombre... pero me da igual, "si Mahoma no va a la montaña es que no sería muy importante". Entro en clase y se repite la misma situación de la mañana. Misma película visionada dos veces en un mismo día y además, sabiendo que el protagonista muere, pero en este caso de sobredosis de información, en la mayoría de los casos, innecesaria.
"Hogar, dulce hogar" es lo que pienso al entrar en casa. Intento de cena, mente en blanco con los colegas y cama. Pongo los despertadores en hora, me tumbo y me quedo inconsciente contando la luz que escapa por los agujeros de la persiana y se proyecta en el techo. Y éste es el fin de cualquier día, pero sé con certeza, que mañana ... volverá a ser un buen día.

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