martes, 27 de noviembre de 2007

Contra las acusaciones de tongo.

Ésta es la mítica crónica que nunca logré acabar, si, aquella de los seis folios. Empieza con algo así:
"El ecosistema del autobús no era muy festivo: una joven aislada del mundo con su mp3, un conductor aislado del mundo con su radio y su trabajo, una abuela aislada del mundo con su nieta y yo buscando un mundo del que aislarme.
Me bajo del caballo de hierro verde y emprendo mi camino hacia la central de los PIB. Unos cuarentones atabiados con sendos chandals ajustados en exceso (con sistema de castración por asfixia) intentaban seguir mi ritmo; un semáforo en rojo y un acto casi suicida marcaron la diferencia y la despedida.
Llego al portal del edificio e intento llamar al residente de "Villa Manu", la comunicación telefónica se corta y la gran puerta se abre. Ojalá todo se abriera de la misma forma. Me sentía como Alí Babá al sólo decir "Ábrete Ses...".
"¿Dónde estará la maldita tecla de la luz?" pensaba mientras me adentraba en aquel pasillo oscuro lleno de obstáculos como escalones y macetas que esquivaba in extremis con mi movil a modo de antorcha. Intentaba toparme con algún habitante habitual de la oscuridad: un gato, un vagabundo, una pareja demostrándose su amor... sin embargo, la ví... la vi... vi la luz al final del túnel; una luz roja brillante y minúscula me atría como las guarderías a Mickael Jackson; la tentación me pudo y toqué el destello anaranjado... y se hizo la luz; me encontraba delante de una puerta gobernada por el número dos. Le di un toque a Manu para conocer su posición exacta... no hubo respuesta. Anti mi deseperación y mi desconocimiento me apoyé en aquella puerta que cedió bajo el mandato de mis dedos.
Subí escaleras, al más puro estilo Indiana Jones, siguiendo a mi nuevo dilema: "¿cuál será el piso?". Di un toque que no recibió contestación alguna. Algunas ideasse me cruzaron por la cabeza como llamar puerta por puerta, llamar a algún inquilino y preguntar por Manuel Jesús Guzmán, sentarme en la entrada (en algún momento de su vida tendría que salir)... pero volví a dar otro toque y un "...pero si me está dando toques..." activó mi radar que me llevó ante una puerta de la cuál surgían algunos murmullos. Se abrió (la puerta) y una gran cantidad de carcajadas y comentarios hacían eco entre los pasillos. La nueva comida de empresa de los PIB comenzaba.
Tras frases del talante de "¿qué tal tu vida?" nos entró nuestro momento nostálgico de recordar el primer evento con relevancia de los MIB (Men In Boring): el concierto de El Hombre Gancho en el Gran Teatro. Sublime. Sin embargo, una llamada nos sacó del trance; el único destello de decencia del grupo nos esperaba.
De camino a Inma hacíamos demostraciones de nuestro vandalismo, nuestra pericia con las artes marciales y, sobretodo, una muestra de sigilo. Toñín, a modo de avanzadilla, confirmó la presencia de la dama.
Tras sendos abrazos y besos (bueno, de forma lógica, alguien recibió más que los demás) iniciamos nuestra peregrinación hacia el Litri (nueva incorporación en la Guía Campsa de los PIB) mientras verificábamos, mediante la práctica, nuestro conocimiento repecto a diversos dialectos, ya perdidos, como el "ovejuno", el "primatés", el "porcinés"... incluso la lengua casi extinta del "chiwaqués". Sin desperdicio. La única nota de decencia se avergonzaba, pero era por su ignorancia en referencia a estos idiomas.
Entramos en el bar al traspasar aquellas puertas milenarias que seguramente resitieron los bombardeos de la Guerra Civil, los ataques napoleónicos , los ataques árabes e incluso algunos expertos en el tema afirman que posiblemente esas puertas sobrevivieran al meteorito que acabó con la vida de los dinosaurios. Una reliquia.
Una vez escogida la mesa, apareció un camarero de la espalda de la parte cofrade del grupo. ¿Manu bebiendo agua?... Toñín, lo estamos perdiendo... ¡Vade retro, Lanjarón!
Bebida en mesa y ataque fiero a la cesta del pan. Un "¿hemos pedido algo?"reflejaba mis ansias de comer, Manu eliminó de mente todos aquellos argumentos que me incitaban al canibalismo. La parrillada estaba en proceso.
En este momento se dió algo inaudito: nunca me habían cantado mi cumpleaños ocho días después de su fecha... aquí es dónde se comprueba el dicho "más vale tarde...".
En apenas un instante una montaña de patatas destacaba en la mesa. Nuestros deseos de llenar nuestro estómago eran muy superiores al sabor algo picante de la comida. Sin embargo, el trabajo se acumulaba, ya que la parrillada aparecía al final del restaurante saludando desde las manos del camarero. En ese momento, se empezaron a dar varios dilemas en la poca materia gris que rellena mi cabeza, tales como "¿sigo con las patatas?", "¿la carne se enenfriará?", "¿se pueden mezclar las dos cosas?"... la opción de terminarnos rápido las patatas para meterle mano a la parrillada fue la más correcta en mi opinión.
Ummmm... tanta carne ... tanta grasa... una orgía de sabores en mi boca; da igaul lo que fuese... cerdo, pollo, cordero y ... el trozo más importante: "el conejo aromático", a partir de ahora pondré más atención a los olores de lo que coma antes de engullirlo. ¿Os imagináis un conejo con colonia? (Para personas de mentes obscenas).
Algunas patatas flotaban en la charca de salsa verde y entonces apareció ella... melena morena que se mezclaba con el color de su chaqueta, piernas que parecían fundirse con las chaquetas de aquel pasillo, suficentes argumentos como para dejar de mirar a las patatasque aún quedaban... era ella... dos de cada tres miembros de los MIB seguimos el recorrido de aquella escultura tallada en ébano. Dichosos aquellos faltos de compromiso.
Un "¿pedimos otra de patatas?" me distrajo de mi trance. Toñín se encontraba realizando una encuesta sobre la posibilidad de repetir entrante. Votos a favor: 4, votos en contra: 0.
Se demandó más comida al camarero y la trajo sin más dilación. Cierto estudiante de la lengua de la Reina Madre y un ser capilar pactaron pedir un refresco a medias para sofocar el picor de los tubérculos. En este momento se pudo comprobar la elegancia del restaurante el servirnos esa botella de Coca-Cola solitaria. Al menos, podían haber traído unas pajitas. Desconsiderados.
Una vez rebañado el fondo del plato, Inma comenzó una campaña a favor de los helados mientras yo intentabaatrapar el último trozo de patata, el cuál salió despedido como advertencia para situaciones futuras.
Tras numerosos intentos de llamar la atención del camarero; Manu con un simple gesto consiguió que nos trajeran la cuenta. Todo el mundo tenía el dinero justo, incluso yo, el más interesado en deshacerme de aquel billete naranja que sobresalía en mi cartera. Pero la promesa de cambio por parte de la única nota de decencia aplacó mi ira. Sin embargo, llegó mi momento, mis cinco minutos de gloria, el momento más temido por los PIB: "el ejército de monedas de Paco". Empezaron a fluir monedas cobrizas de la cartera del miembro peludo. Caras de espanto, rosotros pálidos, frentes sudorosas, nervios, ojos que se miraban entre sí... el desfile de bronce finalizó. Lo siento.
Las milenarias puertas del bar quedan a nuestras espaldas y Manu propone un nuevo lugar para la última copa: El Tatoo (pronunciar "tatú" no "tato"). Llegamos al lugar después de nuevas demostraciones de sigilo y fotogeneidad ante la cámara habilmente empuñada por la parte decente del grupo.
El resto de la aventura queda en el cajón del alzheimer, lo siento hermanos. Si me acuerdo de algo más ya lo diré.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

recuerdas el abey road... al lado del tatoo..., sendas bebidas alcohólicas qeu bebíamos allí toñin y yo???

que grandes eres

Anónimo dijo...

yo recuerdo comer cacahuetes mientras alternaba con mi ron-cola...tb recuerdo lo del abbey road pero no tengo en mi posesion tal instantanea...es q en realidad me debeis los tres un taco de fotos

Anónimo dijo...

Jejeje Me ha entrado hambre sólo con leer el relato. Menos mal que no estoy a dieta xD

Menudas juergas te montas... tú s´que sabes.

¡Saludos!

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